Escritos

El Segundo Hogar

Ya hablamos en nuestro diálogo sabatino por internet en español, del hogar que formamos con una persona muy querida y que prontamente se hizo un INVIERNO.
Ahora tenemos que hablar del hogar de la humanidad, el planeta tierra, que se está haciendo un INFIERNO.
Carl Sagan fue un estudiante de astronomía que presentó una tesis sobre el planeta Venus a los 27 años de edad, si no me equivoco, en 1963.
Dijo que hay mucho anhídrido carbónico en la atmósfera de Venus y que ese gas no dejaba escapar el calor de los rayos solares que entraban a la atmósfera de Venus, tal como ocurre en un invernadero para plantas.
 
Asumió que la temperatura de Venus tenía que ser mayor que la de la tierra. Cuando, poco después, se envía la sonda espacial a Venus, los instrumentos nos dicen que Sagan tenía razón: había 96 % de anhídrido carbónico en Venus y la temperatura -a la sombra- era de 460 grados Celsius.
 
Los que decían que había mamíferos, plantas tropicales, pájaros, peces e insectos en Venus, debieron callar. Pronto se descubre que el anhídrido carbónico terrestre está en aumento, debido al gran consumo de combustibles derivados del petróleo o relacionados químicamente con el petróleo (los hidrocarburos).
 
Luego se ve que aumenta la temperatura de la tierra en dos grados desde 1900 a 1980: la Era Industrial Comunista y Capitalista.
 
Es que la actividad económica humana no tiene en cuenta el ambiente y -además de anhídrido carbónico- esa hiperactividad humana egocéntrica genera metano, también conocido como “gas de los pantanos” por su terrible olor. Ya han pasado cuarenta y cinco años desde entonces.
 
Se firmó el Protocolo de Kioto, para reducir la emisión de esos gases. Pero el problema es que los Estados Unidos no respetan el Protocolo de Kioto y pocos países lo hacen.
 
El tsunami financiero, cuyos efectos se verán en los próximos veinte años con gran sufrimiento y pobreza para toda la humanidad, nos alerta de otra manera sobre el hecho de que es necesario regular con leyes internacionales la actividad financiera y comercial, para impedir el milenario y persistente fraude y el milenario y perseverante saqueo.
 
Esas leyes deben abarcar la protección del ambiente también.
Pero ya nos dice la sabiduría popular: “hecha la ley, hecha está la trampa”. O bien, “hecha la ley, me río de ella para mi propia conveniencia y no me interesa la conveniencia de toda la humanidad”.
 
Esta percepción fragmentaria del pensamiento humano debe complementarse con la Percepción Unitaria, que está más allá del pensamiento humano. Mientras esto no ocurra, hay motivos de sobra para que la humanidad desaparezca pronto, y uno de esos motivos es el efecto invernadero.
 

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