Escritos

El Proceso M.E.T.A.

Cuando hablamos de procesos, acontecimientos, fenómenos o experiencias psicológicas no podemos dejar de usar una serie de palabras que se manejan de manera diferente por diferentes autores y aun, a veces, por un mismo autor en diferentes contextos. Los ejemplos más obvios del uso desinhibido del lenguaje psicológico son las palabras: mente, inteligencia, percepción, emoción, afecto, pensamiento, sin contar las que pertenecen a jergas idiosincrásicas de diferentes «escuelas».

No me atrevo a entrar en los sinónimos de la palabra «conciencia». Haría falta un nuevo libro.

En general, cuando decimos «mente» nos referimos a la memoria y al pensamiento, como si no hubiera otra cosa en la mente humana.

Inexorablemente, una nueva manera de ver las cosas implica, ya sea el uso de un nuevo lenguaje o bien el mismo lenguaje utilizado de una manera nueva.

Nosotros venimos a decir (entre otras cosas que ya mencionamos sucintamente) que la memoria, la idea, la emoción y los acontecimientos regidos por el sistema nervioso autónomo, son fenómenos que pertenecen a un mismo proceso mental (de acuerdo a nuestra definición de la palabra mente), y a ese proceso unitario lo denominamos con la sigla META.

La sigla META está derivada de las siguientes cuatro palabras:

Mnemónico: de la memoria: véase luego mermeros.

Eidético: palabra griega relacionada con nuestras palabras «idea», «ideología», «ídolo», y aun «imagen».

Tímico:  Timos en griego es emoción o afecto. La palabra «temor» (miedo está relacionada con timos, pero timos tiene originalmente un sentido más genérico (emoción en general). De cualquier manera el temor es una emoción fundamental por excelencia y parte ineludible del funcionamiento del proceso META.

Autonómico: somos conscientes del anglicismo «autonómico» aplicado al funcionamiento del sistema nervioso autónomo, pero lo hacemos para diferenciarlo del concepto freudiano de función «autónoma» del yo.

En resumen: estamos diciendo que la memoria, la idea, el ídolo, la ideología, toda imagen, toda emoción (en primer lugar el temor) y el funcionamiento visceral ligado a los sistemas nerviosos simpático y parasimpático constituyen partes de un proceso unitario en la mente del ser humano. Con el motivo de simplificar el lenguaje llamaremos «pensamiento» a este proceso unitario de la mente, que también denominamos META y que es parte del Ámbito neuropsicológico C.

Mnemonos en griego significa «memoria», pero es mermeros (en griego «ansiedad») la palabra que da origen a «memoria» en español.

Orígenes del problema     

(memoria vs. percepción) = memoria filogénica

El recién nacido percibe mal, pero en cambio es capaz de mantener una buena homeostasis orgánica (equilibrios humorales, de temperatura, etcétera) a través del funcionamiento del sistema nervioso autónomo.

Es decir: el recién nacido ve, oye, gusta, huele y percibe en general de una manera fragmentaria y primitiva, debido quizás a la inmadurez mielínica de las vías nerviosas.

En cambio el proceso filomnemónico o memoria filogenética regula perfectamente bien el «mecanismo biológico de sana supervivencia» (homeostasis) a través del funcionamiento del sistema nervioso autónomo (simpático y parasimpático) incluyendo el hipotálamo. De entrada el recién nacido está más y mejor ocupado regulando el hambre, la producción de orina, la sed, la temperatura y el sueño, que estableciendo contactos sensoriales o perceptivos con el medio ambiente. Desde el comienzo hay un claro desequilibrio entre:

1) El germen de lo que será luego el proceso META (el germen es la homeostasis inicial), que depende de una memoria específica o filogenética, y

2) Los mecanismos neurológicos de la percepción sensorial.

Simplificando, estamos diciendo que desde muy temprano en la vida del ser humano hay un desequilibrio entre memoria y percepción, con preponderancia de la primera sobre la segunda.

Memoria de los sueños

Esta desproporción se ve claramente en el tipo de sueño del recién nacido. El 85%  del sueño del recién nacido es un sueño MOR (sueño de movimientos oculares rápidos), también denominado «desincronizado» o «primitivo». A medida que madura el sistema nervioso, desde el punto de vista estructural y fisiológico, el sueño desincronizado disminuye en frecuencia hasta volverse el 25% del sueño total, cerca de los doce meses de edad, y se mantiene así durante el resto de la vida.

Este tipo de sueño fue denominado también «una anomalía del comportamiento» por W. Dement y es un sueño paradojal, ya que parece pesado desde el punto de vista de la relajación muscular (sueño atónico) pero es liviano desde el punto de vista electroencefalográfico, pues en su transcurso se registran ondas de activación parecidas a las del estado de vigilia.

Es durante este tipo de sueño desincronizado cuando se experimentan sueños y pesadillas. Si se despierta a un individuo adulto durante este tipo de sueño, recordará sueños y pesadillas más fácilmente que si se lo despierta durante el transcurso de otros tipos de sueño.

Este es para nosotros un buen ejemplo de la desproporcionada importancia del proceso META (o mnemónico-eidético-tímico-autonómico) desde el comienzo mismo de la vida del ser humano.

Atención

Este proceso META, tan importante para la supervivencia, es el mismo que interferirá, durante toda la vida del individuo, con la «apertura» sensoperceptiva al medio ambiente y a las otras personas en ese medio ambiente.

En otras palabras: es el «pensamiento» con sus componentes «META» (memoria, idea, imagen, emoción y reacciones autonómicas) el que interferirá siempre en el contacto directo del individuo con la realidad.

Esto también significa que el pensamiento (que es memoria) es el principal factor de distorsión en las relaciones humanas. La relación sólo ocurre en el ahora. La memoria, que es pasado, sólo puede interferir.

Cerebro, eidetos, idea, imagen y comparación

Se ha dicho que «el giro supramarginal (área 40) y el giro angular (área 39) en el cerebro humano, son también (como las áreas, 5, 7, 18, 19, 42 y 22) importantes áreas de asociación que interrelacionan estímulos somestésicos, visuales y auditivos. Estas asociaciones tienen las tareas de:

1) Formular estímulos sensoriales en términos de imágenes objetales, y

2) Sintetizar globalmente su significado. Este proceso de "conocer" (gnosis) conlleva una comparación del fenómeno sensorio presente con la experiencia pasada. Por ejemplo, las áreas de asociación visual 18 y 19 deben ser llamadas a operar cuando un viejo amigo es reconocido en la multitud».

Lo que decimos, usando el nuevo paradigma psicológico, es que se necesita la operación de un «nuevo» factor en la mente humana para percibir al amigo del ejemplo en la multitud como si fuera la primera vez, para tener de él la Percepción Unitaria, un contacto real en el aquí y ahora. Ese «nuevo» factor ha estado siempre presente, por supuesto, en la mente del ser humano, pero no ha sido descrito ni considerado aun en anteriores paradigmas de la psicología humana. Son sin duda los conceptos aparecidos recientemente tanto en física como en neurología los que posibilitan la consideración y descripción científica de tal factor, que denominamos Percepción Unitaria.

Esta Percepción no se ha olvidado, ya que no es parte de la memoria, se ha inactivado en la vigilia por falta de uso.   Sigue activa en el sueño S4. Dada su enorme importancia, es nuestra responsabilidad regenerar esta función cerebral atrofiada (la Percepción Unitaria).  Este es el objetivo principal de la Psicología Holokinética.

Emoción y memoria

Es bastante fácil, a medida que se penetra en el estudio de este problema, identificar la unidad subyacente a estos fenómenos aparentemente diferentes: memoria, idea, ideología, imagen, emoción, miedo, odio y actividad visceral y muscular.

Ya William James había dicho en 1890, en su libro Principles of Psychology: «Emoción es la percepción de moldes o patrones autonómicos que surgen como consecuencia de la acción».

Se ha enfatizado la interacción de combinaciones de sistemas neurofisiológicos, incluyendo formas discretas de actividad muscular (músculos posturales y faciales) como mecanismos subyacentes a la experiencia emergente de la emoción.

Rabia: En el año 1937 Papez descubre que el virus de la rabia se localiza con cierta preferencia en el hipocampo cerebral. Es obvio que la palabra «rabia» alude a un estado emocional, que es aquel que aparenta la sintomatología de la enfermedad, sin duda por las relaciones que existen entre el lóbulo del hipocampo, la memoria y la emoción en general.

Neurocirugía y epilepsia temporal

Desconexión. En neurocirugía experimental se desconecta ese lóbulo del resto del cerebro (desconexión alocortical) y se produce un típico cuadro, que ha dado en llamarse síndrome de Kluver-Bucy, caracterizado por hipermetamorfosis (cambios constantes en el comportamiento o personalidad), hipoemocionalidad (escasa o nula reacción de temor o agresión frente a estímulos nocivos) y cambios en la memoria (memoria fugaz o hiperlabilidad mnémica).

Hiperconexión. Por el contrario, en casos de epilepsia temporal, que por definición constituyen estados de «hiperconexión» de esa zona del alocórtex con el resto del cerebro, el individuo presenta un cuadro que podemos denominar «opuesto» al anterior: personalidad pegajosa, obsesiva, viscosa (en una conversación no saben decir adiós), hiperemocionalidad con excesiva ansiedad (temor) y agresividad (odio). La memoria se vuelve minuciosa y detallista y creen haber visto lo que nunca vieron (déjà-vu).

En casos de obsesión, debe pensarse en epilepsia temporal.

Se vuelve claro que la actividad del hipocampo y los lóbulos temporales es crucial (aunque no exclusiva) en la memoria del ser humano y que esa actividad está relacionada íntimamente por lo menos con la ansiedad y la agresión, que podemos considerar formas del miedo y del odio. Esquemáticamente:

MEMORIA SIN ESTÍMULO Y SEUDOMEMORIA POR EL ESTÍMULO

Dice Jonathan Pincus en 1978, en su libro Neurología del comportamiento, pág. 62: «Como predijo Papez en 1937 (cuarenta años antes),  hay una tendencia en los componentes límbicos estimulados eléctricamente a continuar descargando prolongadamente aun en ausencia del estímulo y con poca intervención del neocórtex».

Wilder Penfield, estimulando eléctricamente distintas partes del lóbulo límbico, reprodujo muchos síntomas de la epilepsia del lóbulo temporal, entre otros el tan frecuente fenómeno de lo «ya visto» (déjà-vu), que parece ser solamente una descarga prolongada del lóbulo temporal que, cuando se superpone a una impresión sensorial (visual, auditiva, gustativa, etcétera) determina que esta nueva impresión sensorial se interprete como algo viejo, algo «ya visto». El viejo alocórtex (proceso META) desvirtúa así la actividad del nuevo neocórtex (impresiones sensoriales).

Pensamiento, círculos cerrados e ilusión

Cuesta mucho resistir la tentación de especular largamente sobre estos acontecimientos neurofisiológicos, pero nos abstendremos.

Diremos solamente que lo que de manera simplista denominamos «pensamiento» (proceso META), tiene una tendencia natural demostrada a funcionar de manera autónoma en «círculos cerrados», casi como el perro que juega mordiendo su propia cola. Esta es la ley del ciclismo repetitivo del Ámbito C, antes denominado acertadamente «conciencia lineal».

Además, como si eso fuera poco, su misma actividad es fuente de ilusión, interfiriendo en la percepción, modificando la manera en que ésta se integra y finalmente se «interpreta» a nivel cerebral.

Es muy curioso que ese proceso de «pensamiento» (proceso META), que tiene su función en la planificación de la construcción de un edificio o un puente, un mueble o un vehículo de transporte (sea un automóvil o un avión), o en la elaboración de una comida o una receta médica, esté estructurado de tal manera que nos pueda sumergir también en la ilusión, la alucinación, el temor o la mera desconexión de la realidad en que vivimos la mayor parte del tiempo. Esquemáticamente:

Anécdota: comentario sobre el déjà-vu

Terminada una de mis conferencias en Latinoamérica, una distinguida dama se me acercó y me hizo el siguiente comentario: «¿No cree usted que el déjà-vu o por lo menos "ciertas formas de déjà-vu" están relacionadas con la reencarnación o metempsicosis? Si vi un castillo medieval en mi vida anterior, cuando vuelva a verlo en esta nueva vida mía, podré reconocerlo bajo determinadas circunstancias».

Le contesté más o menos así: «Señora, no estamos hablando de la veracidad o de la mentira de la reencarnación o metempsicosis. Estamos hablando de la más grande tragedia del ser humano en todos los tiempos: la desconexión del individuo de la realidad que lo rodea, la falta de contacto real de unos con otros más allá de un mero intercambio de símbolos aprendidos, verbales o no verbales, amigables u hostiles. Usando su mismo ejemplo, lo que nos interesa es darnos cuenta si meramente estamos re-conociendo el castillo que vimos (no importa cuándo) o si lo estamos realmente mirando y viendo, si estamos en contacto real con él, aquí y ahora».

Podemos agregar que si nos interesa estar en verdadero contacto perceptivo con la realidad (Percepción Unitaria), en última instancia tiene poca importancia que el pensamiento sea funcional o no. El pensamiento funcional o no funcional sigue siendo proceso META (mnemónico-eidético-tímico-autonómico) y este proceso interfiere inexorablemente con la Percepción Unitaria de la realidad, como lo hemos dicho tantas veces y como cualquiera de nosotros podrá demostrárselo a sí mismo, apenas lo intente.

EL YO: PARTE Y PRODUCTO DEL PROCESO META

Estamos presentando el único paradigma científico en la historia de la psicología y se trata de una verdad simple de enormes y múltiples implicaciones. Entre las cosas que debemos ver de una nueva manera si queremos comprender mejor el drama humano está el concepto de «yo».

Utilizando esa forma sutil de pensamiento que llamamos «pensamiento negativo inquisitivo», comencemos por aclarar qué es lo que no es para nosotros el yo.

Cuando los hindúes dicen tat-vam-asi (tú eres eso), se están refiriendo a la identidad del yo humano (o por lo menos de una parte «superior» del yo humano) con el yo divino (Dios o Atman).

Cuando Moisés habla con Dios preguntándole su nombre y éste le contesta «Soy el que soy» (Éxodo, 3), hay otra alusión a la identidad divina del hombre. En estos intentos verbales por comunicar algo muy importante para el hombre se percibe, aunque sutilmente, la esencia comparativa del proceso META.

Los griegos hablaban de la identidad o yo divino (LOGOS) y del yo social y legal (NOMOS).

Esto se ha perdido en nuestra sociedad mundial del 2012.

Venimos a decir que el yo es parte y producto del proceso META y que este proceso es el que crea los opuestos de «esto y aquello» o de «superior e inferior».

Esta esencia dual del proceso META es lo que ha dificultado por siglos el entendimiento de lo fundamental del mensaje religioso.

Por otra parte «el yo» ha sido conceptualizado en psicología de muchas maneras diferentes que aumentan la confusión.

Para Sullivan el yo o «sistema del yo» es la integración de rasgos que han sido aprobados por adultos significativos en la primera infancia y la niñez.

Para Freud el «carácter» resulta de la sublimación de los instintos por el superyó, y el superyó es nada menos que la internalización de actitudes de adultos significativos en la primera infancia y la niñez.

Karen Horney habla de yo actual, yo real (lo que uno será de acuerdo al potencial presente) y yo idealizado (lo que uno debería ser de acuerdo a uno mismo).

Ulteriormente apareció el concepto de «epigénesis del yo», como consecuencia de la gran curiosidad por saber cómo se desarrolla en el tiempo esa entidad tan vaga y al mismo tiempo tan real que es el yo.

Vale la pena leer algunos de los intentos en este sentido que ya han pasado a ser clásicos:

1)       El capítulo «Ocho edades del hombre», en el libro Infancia y sociedad de Erik H. Erikson

2)       El libro de Anna Freud: El yo y los mecanismos de defensa

3)       El primer año de vida del niño, de René Spitz

4)       El nacimiento psicológico del infante humano, de Margaret Mahler

Carl Jung habla de «complejos del yo», que es casi lo mismo que describir la existencia de varios o múltiples «yoes» psicológicos actuando con cierta «independencia» unos de otros. Su discípulo Maurice Nicoll desarrolló esta idea de los «múltiples yoes» y habló del «yo observante».

A nuestro entender vuelve a manifestarse en estos autores la tendencia fragmentarizante y esencialmente dualista del proceso META, un proceso que se mueve constantemente entre «opuestos» o «pares». En última instancia esta tendencia separa al observador de lo que éste observa hasta el punto de desconectar al individuo de su propia realidad y de la realidad misma en distintos grados.

En 1923 Sigmund Freud presenta al mundo su teoría estructural, aquello que cristaliza lo que nosotros llamamos «el primer paradigma en psicología humana». El nuestro sería «el único nuevo paradigma» del siglo XXI.

Freud describe el yo como una agencia psicológica que se ocupa de la percepción de la realidad y del ajuste a esa realidad ambiental.

Condensa dentro del yo una serie de funciones que fueron muy bien resumidas y jerarquizadas en el libro de Leopold Bellak: Funciones del yo en normales, neuróticos y esquizofrénicos.

Pero Freud ubica en ese yo la memoria y la percepción. En nuestro nuevo paradigma nos cuidamos muy bien de respetar las diferencias fundamentales que existen entre el proceso mnemónico (META) y la Percepción Unitaria. Ambos son incompatibles y por eso, como veremos, no pueden ser ubicados dentro de un mismo concepto.

Estamos diciendo que la memoria da lugar a ese «congelamiento psicológico» que es el yo o ego. Decimos también que el yo no es sólo el producto sino que termina por formar parte del META y que ambos, META + yo, que son en realidad la misma cosa, interfieren en la Percepción Unitaria.

¿Puede sin embargo existir Percepción Unitaria del proceso del yo?

Por lo menos en idioma español no decimos «yo crezco mis huesos o circulo mi sangre» de la misma manera que decimos «yo pienso, luego existo».

¿Qué ocurre cuando el yo reflexiona sobre sí mismo y se pregunta «qué soy yo» o «qué es el yo»? Esta pregunta puede:

1)  Dar lugar a un alud de ideas, imágenes, recuerdos y emociones (a todo lo cual denominamos en español indiscriminadamente «reflexión»), o bien

2)  Dar lugar a un acto de auto-observación que eventualmente puede volverse parte de la Percepción Unitaria, y en esta Percepción Unitaria tanto el yo como el proceso MET

A se han hecho ciento por ciento inconscientes. La reinstauración en el campo psicológico (valga la expresión) del proceso mnemónico o yo, termina a su vez con el acto de Percepción Unitaria.

En resumen, la pregunta ¿qué soy yo? puede llevarnos a la reflexión o a la perplejidad.  Una y otra son no funcionales y conducen al veneno psicológico de «filosofar».

La Percepción Unitaria à Realidad no imaginaria.

Proceso META ----------à Realidad imaginaria

(pensar en algo o pensar sobre pensar)

Yo, tiempo y causalidad (Piaget y Einstein)

Resumiendo y simplificando: eso que denominamos «uno mismo», eso que llamamos yo y que cree «engrandecerse», protegerse y asegurarse con el reconocimiento de un posible origen, de sus títulos universitarios o de propiedad (conocimientos y posesiones), que se siente a salvo perteneciendo a un grupo, una tribu o una nación, eso que se basa en lo «mío» y en «más y más» (más engrandecimiento, más conocimiento, más seguridad, más posesiones, etcétera), eso no es una entidad estable. Ese «yo», ese «uno mismo» es más bien un proceso que se parece más a una película cinematográfica en movimiento que a una imagen fotográfica estática. Cuando investigamos el por qué de algo que creemos ser, buscamos una de las fotografías en el largo rollo de esa película constantemente móvil que es el proceso META, que es nuestra memoria.

El mismo proceso físico-químico del cerebro a nivel molecular en las neuronas se interpreta conscientemente con imágenes que luego son registradas por la memoria. Uno puede construir palabras, entonces, a partir de esas imágenes de la memoria que llamamos «pensamiento». El cerebro codifica y decodifica mensajes centrípetos (hacia las moléculas neuronales por las vías sensoriales) y centrífugos (hacia el ambiente por las vías motoras) a diferentes niveles. Véase el esquema de sir John Eccles en su libro: Enfrentando la realidad.

Se va volviendo claro, a medida que penetramos en el problema, cómo hay una contrapartida visceral y glandular (autonómica) de ese proceso META y cómo hasta los mismos procesos moleculares de la neurona se van incorporando en el único proceso mental que nos han enseñado a identificar en nuestra cultura.

También se hace cada vez más claro, sobre todo cuando vemos la actividad de la mente en nosotros mismos sin «prejuicio» o condicionamiento alguno, que el proceso mnemónico y todo lo que va con él (sea neurofisiológica o psicológicamente) no es la única actividad de la mente.

Poco a poco se percibe cómo el proceso META interfiere en el resto de las actividades de la mente hasta el punto de volverse incompatible con aquéllas.

Este proceso META polariza una serie de imágenes, ideas y recuerdos en torno al concepto de yo. Esto sucede en el infante que se identifica con sus padres o en el adolescente que «se vuelve uno con» el ídolo (eidetos) que en un determinado momento y en un determinado lugar promueve la cultura: el héroe de la guerra, el cantante de televisión, el actor de cine o el jugador de fútbol.

Si pretendemos creer que el proceso META (pensamiento) y el yo están separados o son diferentes no será posible tener una Percepción Unitaria del funcionamiento del proceso META (el yo) en un instante determinado.

Tampoco será posible tener un insight (o comprensión súbita) del proceso META si usamos cualquiera de las formas de la dualidad mnemónica: la comparación, la justificación o la condenación que son simples medidas entre dos puntos imaginarios. Estas «medidas» son otra manera de transformar la película cinematográfica en una fotografía estática.

Continuidad, continuación y permanencia

La memoria (mnemonos), que registra las diversas etapas de la propia vida, le impone una continuidad a través del concepto de «yo», que de esa manera se vuelve parcialmente útil. El «yo» es así la forma imaginaria (eidetos) o ideacional en que el proceso META se otorga continuidad en el pasado y continuación en el futuro. El «yo» se vuelve también una imagen ilusoria de permanencia detrás del constante cambio de todas las cosas, personas, ideas y sucesos. El «yo» llega a ser la ilusión de permanecer constantemente igual, ignorando los cambios secuenciales en uno mismo. El concepto de «yo» representa el «camino del menor esfuerzo» frente al constante gasto energético que requiere la percepción directa (o unitaria) del constante cambiar de todo.

Las tres conciencias

Y el yo constituye una de las formas posibles de conciencia y actividad, aquella conciencia que nuestra cultura unilateralmente enfatiza. Basándonos en nuestra comprensión de la mente diríamos que existen por lo menos tres formas de conciencia y acción en el ser humano:

1)  Una conciencia «lineal» (Ámbito C): la del proceso META, donde hay un registro de la realidad:

2)  Una conciencia «triangular»: (Ámbito B) la de la Percepción Unitaria y la discriminación inteligente, y

3) Una conciencia «circular» (Ámbito A): donde existe una reconstitución de la realidad. Se ve y se escucha sin distorsionar lo visto o lo escuchado. Este Ámbito de funcionamiento neuropsicológico es el que se hace consciente en la iluminación (fotizo del Nuevo Testamento), que fue definido como «paz de gran lucidez y energía, así como la comunión con toda la humanidad».

El Ámbito A no puede «lograrse a voluntad».

El Ámbito B  (la Percepción Unitaria) es la ventana abierta al Ámbito A.

La conciencia «lineal», «yoica» o «META» enfatiza la importancia de la fotografía o imagen estática. La conciencia «triangular» de la «Percepción Unitaria inteligente» estaría más en contacto con la película cinematográfica, que es la realidad tanto interna como ambiental.

He escrito unos cuarenta libros para aclarar las diferencias entre C y B, lo cual es fácil de comprender intelectualmente, pero no en los hechos.

Viajes y movimiento

Viajes: en otras palabras, la actividad del proceso META sería la de viajes repetidos desde un punto a otro (movimientos fragmentarios dentro de la dualidad que es comparación, justificación, condensación [inconsciente], condenación, medida, etcétera).

Movimiento: en cambio la actividad de la Percepción Unitaria es la participación en el movimiento de la realidad más allá de toda dualidad, comparación o medida. Esto implica que ésta es la única actividad mental en que es posible un contacto directo y profundo con otro ser humano: la relación unitaria. Allí no existe la comparación, la condenación, la justificación, la medida, la imagen y el miedo que va junto con todo eso.

La Percepción Unitaria inicia la comunión en la paz.

Tiempo, espacio y causalidad

Jean Piaget ha observado que entre los cuatro y los siete años el niño consolida lo que aquí denominamos el «yo», a través de la formación del concepto de espacio y tiempo y a través del comienzo de la estructuración de la idea de causalidad.

¿Pero qué ocurre realmente?

La esencia de la realidad que nos rodea es el movimiento. A nivel de Percepción Unitaria, lo único que existe es movimiento y cambio constante, tanto por «dentro como por fuera».

Es ese movimiento y ese cambio lo que el proceso META o la conciencia lineal «fija» o pretende fijar o fotografiar entre dos puntos puramente hipotéticos:

  • Punto 1: Aquí.
  • Punto 2: Allá, y entre ambos puntos existe el espacio.

O bien:

  • Punto 1: Antes (recuerdos).
  • Punto 2: Ahora (pero no el ahora perceptivo, sino el ahora imaginativo  y verbal).
  • Punto 3: Después (que es sólo una idea o recuerdo del concepto de  futuro) y entre estos puntos existe el tiempo.

El proceso META traduce en parte el movimiento de la realidad (interna o externa) a un lenguaje verbal, emocional, imaginativo, ideacional que se conoce como espacio y tiempo. No es sorprendente que de estas ideas de espacio y tiempo (eterna comparación entre dos puntos) surja como consecuencia natural la idea de causalidad. Toda causa tiene su efecto y viceversa (otra vez los dos puntos de la dualidad). Aquí el niño descubre la «llave maestra» que le abre las puertas de las relaciones entre causas y efectos: sus «¿por qué?»

Las distorsiones posibles de estas relaciones entre causas y efectos que surgen como respuesta a la pregunta «¿por qué?» son infinitas y mucho se ha escrito sobre esas distorsiones.

Patrones de la relación causal

Existen por lo menos cinco moldes o patrones de respuesta a la pregunta «¿por qué?» en el proceso META. 

1) Cadena causal:  el patrón más simple y por lo tanto el más utilizado: una causa tiene un efecto y todo efecto está precedido en el tiempo por una causa. Ejemplo: la tuberculosis es el efecto del bacilo de Koch.

2) Polideterminismo (red causal): entre causa y efecto hay un «espacio» que inexorablemente es «ocupado» por nuevos aconteceres, los que a su vez se vuelven nuevas causas del mismo efecto. Así a un mismo efecto confluyen numerosas cadenas de causas y efectos.

3) Retroflexión causal: ¿puede el efecto transformarse en causa de la causa? Es decir, ¿es necesario correr largamente todos los días para tener un buen corazón o es necesario tener un buen corazón para correr largamente todos los días?

¿Es la pobreza un resultado de la esquizofrenia, como consecuencia de la precaria adaptación social y laboral del esquizofrénico, o es que la gente pobre está más predispuesta a la esquizofrenia como consecuencia de una dieta pobre en vitaminas y proteínas que en última instancia afecta el metabolismo cerebral y cataliza la expresión del gene o los genes de la esquizofrenia?

Wynne y Singer predijeron con un 100% de exactitud cuáles serían los padres que criarían hijos esquizofrénicos debido a «desviaciones en la comunicación».

Sin embargo, más tarde surgió la controversia de que quizá fueran los niños ya esquizofrénicos los que creaban las «desviaciones en la comunicación» con sus padres. Esto es lo que se acepta actualmente.

4)  Interacción causal: este patrón de relación causal tiene un buen ejemplo en la teoría de los sistemas generales de Bertalanffy, aplicada extensamente en psicoterapia familiar (Minuchin y otros): «Dos elementos de una relación son la resultante de una mutua y constante transformación».

5) Sincronicidad: este patrón de relación causal fue descrito por Carl Jung y éste se quejó hasta su muerte de no haber sido comprendido. Recordemos, para evitar mayores confusiones, que la palabra «sincronicidad» fue utilizada por René Spitz con otro significado en nada relacionado con éste. Sincronicidad es la relación acausal entre dos hechos simultáneos. Es el proceso META (el pensamiento) el que establece la necesidad de una relación lineal causa-efecto entre dos hechos que ocurren al mismo tiempo. El ejemplo original de Jung en su artículo «Sincronicidad» fue la astrología.

Los recientes trabajos en conjunto entre el neurólogo Karl Pribram (Universidad de Stanford) y el físico nuclear David Bohm (Universidad de Londres) sobre el modelo holográfico actualizan y vuelven más significativos los conceptos de Jung de relación acausal o sincronicidad.

Secundariamente, la comprensión de la holokinesis, según David Bohm, justifica la revisión profunda de la astrología como posible ciencia.

Einstein y el tiempo

Hemos visto entonces claramente cómo la dualidad mnemónica de comparar dos puntos hipotéticos nos lleva desde el concepto de espacio al concepto de tiempo y en última instancia al establecimiento de distintos tipos de relación causal entre los hechos.

Alguien me dijo durante una de mis conferencias universitarias en Latinoamérica que Albert Einstein había aportado una diferente noción de tiempo fuera de la dualidad mnemónica. Veamos por qué esto no es cierto:

La teoría de la relatividad de Einstein no afecta el origen esencialmente dual (mnemónico) del concepto de tiempo. Las deducciones e inferencias matemáticas de Einstein afectaron sólo las ideas centrales de Newton en la física de nuestra época demoliendo el punto de partida básico de Newton de que «el tiempo es absoluto y universalmente el mismo».

Einstein, en cambio, nos habla de la relatividad del tiempo e introduce la variable del observador y su movimiento como un factor importante en la valoración y la medida del tiempo.

El ejemplo más conocido que el mismo Albert Einstein utilizó repetidamente es el siguiente: «Un jefe de estación de ferrocarril ve caer dos rayos a la distancia sobre las vías del tren, exactamente al mismo tiempo uno al Este y el otro al Oeste, y concluye que ambos cayeron simultáneamente.

En el momento que esto ocurre, pasa un tren hacia el Oeste con un pasajero ubicado a la misma distancia entre los dos rayos que el jefe de estación.

El tren se mueve a alta velocidad y el pasajero registra un cuadro diferente: el rayo del Oeste parece caer antes que el rayo del Este ya que, como el tren se mueve hacia el Oeste, la luz del rayo que viene del Este tardará una fracción de tiempo mayor para llegar a las retinas del pasajero que la luz del rayo que llega del Oeste».

En nuestro nuevo paradigma psicológico diríamos que Einstein confirmó que el proceso META es fuente de posibles ilusiones y que es esencialmente de naturaleza dual.

De una manera figurativa diríamos que los átomos o unidades indivisibles del proceso META son «unidades de dualidad».

El movimiento de esas «unidades de dualidad», que es el mismo proceso META, da origen a esquemas y modelos o símbolos que nos ayudan a interpretar, registrar o recordar la realidad, pero de ninguna manera nos ayudan a establecer contacto directo con esa realidad, es decir, a reconstituir la realidad en nuestro interior.

En el ejemplo que usó Einstein, la medida del tiempo depende de la elección del marco de referencia.

La medida será diferente para el jefe de estación que para el pasajero del tren, pero ambos inexorablemente dependerán de una comparación entre dos puntos. La misma comparación es una visión fragmentaria (y por ende distorsionada) de la realidad, aun sin olvidarnos de lo que el ejemplo de Einstein sugiere: que las comparaciones o medidas del pasajero y el jefe de estación serán diferentes y que ambos pensarán que el otro estaba equivocado, aun cuando ambos han percibido la realidad tal cual ella es, en el momento en que ambos rayos caen sobre las vías.

Tomado del libro: Psicología Holokinética. El Único Paradigma Científico en Psicología. 2014.

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